lunes, diciembre 08, 2008

El fin de la pirotecnia















Eastern Promises
(Reino Unido, Canadá, EEUU, 2007)
De David Cronenberg


¿Será posible borrar aquello por lo que te hiciste conocido y aún mantener tu identidad? Me imagino que es lo que debaten los seguidores del director canadiense David Cronenberg.

Su marca de fábrica siempre fue la más chocante violencia aderezada de todo tipo de aditamentos y fetiches con una evidente tendencia sadomasoquista. Todo lo que hizo sorprendente su muy contenida A History of Violence de hace apenas tres años. A juzgar por su reciente producción, Eastern Promises, estrenada ya hace un año pero en cartelera actualmente en Panamá, Cronenberg ha llegado a un punto de no retorno. Los laberintos más oscuros de la psiquis humana lo pueden seguir perturbando, pero ya su paleta no necesita de los grandes golpes de efecto, que francamente me hacían sentir que en muchas ocasiones trabajaban en detrimento de una propuesta muy osada que en ocasiones no trascendía el escándalo.

En Eastern Promises, no pasan los primeros 5 minutos cuando la sangría en la pantalla ameritaría una cartilla verde para volver a reajustarnos el cromatismo natural. Pero ojo! No es gratuito. El asesinato de un hombre en una barbería, seguido por el parto de una jovencita agonizante es una secuencia calculadamente diseñada para introducirnos en una historia marcada por una rica alegoría de nacimiento y muerte en un mundo extraordinariamente violento. Y si hay algo que logra Cronenberg en el filme, es demostrar la rotunda complejidad de lo que significa y físicamente implica ejercer violencia sobre otro ser humano. Estas no son las navajas que se deslizan por una garganta como un cuchillo caliente en mantequilla. A diferencia de tantos asesinatos en el cine, Cronenberg se esta alineado con esos directores que optan por mostrarnos lo verdaderamente complicado que es matar a alguien, y evidentemente no me refiero a los motivos éticos solamente.

Anna (Naomi Watts), una partera londinense busca desesperadamente a la familia de una joven de 14 años quien misteriosamente maltratada a muerto al dar a luz. La búsqueda la introduce al mundo de la mafia rusa a través del aparentemente venerable Semyon (Armin Mueller-Stahl), jefe de una poderosa familia, su hijo Kirill (Vincent Cassel), una decepción absoluta para su padre, y Nikolai (Viggo Mortensen), su chofer, quien a la vez es un prometedor aspirante a la sucesión de Seymon. No pasa mucho tiempo antes de que nos enteremos de que Kirill está enamorado de Nikolai y de que sin lugar a dudas estamos frente a una tragedia de proporciones mitológicas. Sin necesidad de ser una historia tan épica como el padrino, Eastern Promises es impresionante capaz de decir mucho a partir de un solo conflicto.

La fuerza de la historia (el guión es de Steven Knight) radica en la compleja dimensión humana que proyectan los personajes principales, quienes parecen transitar un destino sin salida que los precede. Cronenberg, sin embargo nos regala una luz al final del túnel en el personaje de Anna, la única ventana de escape posible en el filme.

Hay escenas más que memorables. El uso de los tatuajes que los matones reciben en las cárceles rusas (“tu vida está escrita en tu piel”, comenta un detective examinando un cuerpo que ha aparecido a la orilla del río) y la noción de que si no estás tatuado “no existes”, es punzante y reveladora. También lo es el ritual en el que Nikolai debe demostrarse digno de entrar en la “familia” y llevar su marca en la piel, ceremonia que consiste en reconocer que eres la escoria de la tierra, que ni siquiera mereces la basura de padre o de madre que te trajeron al mundo, y por eso la organización te puede acoger.

Luego de esa escena Nikolai es tatuado en el restaurante de la familia. Le tatúan las rodillas como señal de que no se arrodilla ante nadie. Semidesnudo, con una rodilla doblada y su brazo extendido, paree una parodia del Adán de la Capilla Sixtina –un Adán bien aderezado con vodka- pero aún así un Adán.

Hay otra escena muy fuerte y simbólica (Ojo, el siguiente comentario revela parte de la trama). A Nikolai le hacen una trampa y lo entregan como carnada a dos asesinos chechenios en un sauna ruso. Los asesinos entran vestidos de negro de pies a cabeza. Nokolai está totalmente desnudo. Los asesinos solo llevan puñales, Nokolai sus manos vacías. Es una escena muy impactante que dice raudales del personaje de Nikolai.

No será el fin de la violencia para Cronenberg, pero es evidente que estamos ante una nueva etapa.